En Colombia, el maíz es mucho más que un simple cultivo; es la esencia de nuestra identidad, el grano dorado que teje nuestra historia y la base fundamental de nuestra alimentación. Desde tiempos ancestrales, este cereal ha sido el sustento de comunidades enteras, moldeando tradiciones y marcando el ritmo de nuestra rica cultura gastronómica. Hoy, sigue desempeñando un papel crucial en la seguridad alimentaria y el desarrollo agrícola del país.
Colombia es, indudablemente, un país de maíz. En cada rincón de nuestra geografía, este cereal ha evolucionado de la mano de quienes lo cultivan y consumen. Con una riqueza impresionante en razas criollas y accesiones, así como una gran oferta de maíces mejorados (híbridos y genéticamente modificados), el maíz es un reflejo vibrante de la diversidad de suelos, climas y saberes ancestrales. Desde las majestuosas montañas andinas hasta las vastas llanuras del Caribe, cada semilla lleva consigo siglos de tradición, ciencia e innovación.
El maíz, un cultivo con historia y futuro
El maíz en Colombia no solo ha sido una parte fundamental de nuestra historia, sino que también es clave para nuestro futuro. Su versatilidad y asombrosa capacidad de adaptación, sumadas a nuestras arraigadas tradiciones ligadas a este producto, han permitido la coexistencia de diferentes tipos de maíz en nuestro territorio: desde el tradicional o criollo hasta el híbrido y el genéticamente modificado. Cada uno de estos tipos cumple un rol estratégico vital en la producción agrícola y en la alimentación de millones de colombianos.
Los colombianos consumen en promedio 30 kilos de maíz al año. Su sabor nos acompaña desde el desayuno hasta la cena, en recetas que han pasado de generación en generación. Las arepas, los tamales, los envueltos y el masato son solo algunos ejemplos claros de cómo este grano se ha convertido en una parte esencial e irremplazable de nuestra gastronomía.
Sin embargo, a pesar de ser el cuarto cultivo más sembrado en Colombia, la producción nacional de maíz aún enfrenta importantes desafíos. La competencia con el maíz importado (fundamental para complementar la demanda interna), la necesidad de aumentar la productividad local y la adaptación a los cambiantes patrones climáticos son solo algunos de los obstáculos que deben superarse para fortalecer este sector.
Fortalecer la producción nacional: Un compromiso de todos
Respaldar a nuestros agricultores y fomentar la producción local de maíz, en combinación con una gestión eficiente de las importaciones, es una apuesta estratégica por la seguridad alimentaria y el desarrollo integral del país. Apoyar la disponibilidad de todos los tipos de maíz, tanto los cultivados en nuestras tierras como los que complementan nuestra demanda, no solo garantiza el acceso a un alimento fundamental, sino que también impulsa la economía rural, genera empleo en el campo y estabiliza los precios para los consumidores.
Por eso, soñamos con un futuro donde el maíz siga siendo el pilar de nuestra alimentación y un motor constante para el crecimiento y la prosperidad del país. “Maíz Fuerte, País Fuerte” es más que una campaña: es un llamado urgente a valorar y fortalecer el maíz que se cultiva en nuestras tierras, a apoyar a nuestra gente y a consolidar nuestra identidad.
Porque cuando el maíz es fuerte, Colombia también lo es: Maíz Fuerte, País Fuerte.

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