Cada gran cosecha de maíz, el grano que alimenta a miles de familias, a nuestra avicultura, porcicultura y a la acuicultura, comienza con algo pequeño: una semilla de maíz, que pueden ser las semillas nativas o criollas, las tradicionales o las que tienen biotecnología.
En Colombia, el futuro de la agricultura no depende de una sola forma de producción, sino de la coexistencia inteligente entre diferentes modelos productivos, desde la agricultura familiar, étnica y comunitaria hasta modelos agroempresariales que se complementan para fortalecer nuestra cadena agroalimentaria.
El poder de la semilla: Un tesoro para el productor
El éxito en la agricultura no es cuestión de suerte, sino de elección. Los productores tienen a su disposición una amplia gama de opciones en la cual escogen la más conveniente para su modo de producción, y para atender desafíos como el clima, el suelo y las plagas. Utilizar una semilla de maíz de calidad, es el primer paso para asegurar una cosecha exitosa.
Las semillas autorizadas por el ICA, sean certificadas o seleccionadas, no son granos comunes; son el resultado de años de investigación para garantizar la mejor calidad, con atributos especiales desde lo físico (tamaño, limpieza), lo genético (identidad, pureza), el sanitario (ausencia de plagas y enfermedades, y lo fisiológico (germinación y vigor), todo esto para lograr una mayor productividad, competitividad y sostenibilidad.
En Colombia, los agricultores de maíz reconocen esta ventaja. De hecho, según datos de la Asociación Colombiana de Semillas y Biotecnología – Acosemillas, el 95% del maíz tecnificado y el 80% del maíz tradicional sembrado en 2024 utilizó semilla autorizada, una cifra que demuestra el compromiso del sector con la calidad y la legalidad.

Protegiendo la coexistencia para el futuro
Para que esta coexistencia sea exitosa, es fundamental proteger la industria de semillas. No conocer la procedencia de las semillas, con el uso de semillas no autorizadas, de baja calidad, de contrabando y la piratería, ponen en riesgo la sanidad del campo y frenan la capacidad de los productores para acceder a tecnologías de alto rendimiento que les permitan ser más competitivos. Mantener el acceso a la innovación en semillas, la sanidad del material y la protección de esta industria es clave para el progreso de la agricultura.
La inversión en tecnología y semillas de calidad es la base para una agricultura más productiva, sostenible y rentable para todos. La semilla de maíz es el punto de partida para lograr la seguridad alimentaria y económica de nuestro país.
Un campo fuerte es la base de un país fuerte.
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