Para un colombiano, el maíz es el sabor de la tradición, el sonido de la calle, el alimento del día a día. Millones de agricultores se dedican a que ese sabor nunca nos falte, cultivando un cereal que aporta el 9% de nuestra energía diaria.
La importancia del maíz en Colombia trasciende el plato; es un pilar de nuestra cultura y un motor clave de la economía y la nutrición.
El maíz blanco: sabor y tradición en cada plato
El maíz blanco es, sin duda, la joya de la dieta colombiana. Es la base de nuestra identidad culinaria, el protagonista de la arepa que nos da los buenos días, y el ingrediente principal de la mazamorra que nos conecta con nuestras raíces.
Su relevancia se refleja en las cifras de producción de Fenalce para el 2024: el país produjo 346.846 toneladas de maíz blanco tecnificado y 102.013 toneladas de maíz blanco tradicional. Estas cifras, más que números, son el esfuerzo de miles de agricultores que trabajan para que la arepa nunca falte en la mesa de los colombianos.
El maíz amarillo: Un gigante silencioso en tu mesa
Mientras el maíz blanco es visible en cada esquina, el maíz amarillo es un gigante silencioso que trabaja detrás de bambalinas. Su destino principal es alimentar la cadena de producción de proteína animal, un tema de gran interés para los consumidores.
Cerca del 70% del maíz amarillo que se produce se utiliza para la elaboración de alimentos balanceados. Este es el grano que nutre a los pollos, cerdos y peces que luego llegan a nuestros supermercados y restaurantes.
Su producción en 2024 fue de 865.642 toneladas de maíz amarillo tecnificado y 175.081 toneladas de maíz amarillo tradicional.
Un alimento con dimensión social
La trascendencia del maíz en Colombia va más allá de su uso en la industria. Es un alimento con una profunda dimensión social. Es la base de incontables emprendimientos, desde la humilde carretilla de mazorca asada hasta los restaurantes de alta cocina. Su omnipresencia se siente en cada rincón del país y se refleja en el consumo per cápita de 30 kg al año. Este dato tangible muestra cómo el maíz no es solo un producto, sino una parte esencial de la vida cotidiana de cada colombiano.
Miles de agricultores, a través de su arduo trabajo y compromiso, garantizan que este alimento siga siendo el corazón de nuestra dieta, del campo a la mesa, en cada plato de comida.
Cada grano cuenta, cada historia alimenta. Maíz fuerte, país fuerte.

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